Mi hija de 13 años se empeñó el pasado puente de Pilar en hacer algo diferente, algún deporte de aventura y claro, entre que a mí me da miedo y que lo que yo quería era irme a un Spa pues me empeñé en que eso se hace en el norte y que tan lejos no nos íbamos a ir (somos del sur) y la niña, ni corta ni perezosa encontró este sitio dónde hacer rafting en Andalucía. Hay que ver cómo, cuando le interesa una cosa, se mueve hasta encontrarlo. El caso es que acabé haciendo rafting y os voy a contar mi experiencia.
Para empezar os diré que jamás habría hecho lo que hice de no haber sido porque al llegar al río Genil con la empresa con la que contratamos todo comprobé lo organizado que lo tenían todo. Ocio Aventura Cerro Gordo es una empresa que lleva años dedicándose a los deportes de aventura y demás actividades de ocio la cual, después de la experiencia, recomiendo porque dan una seguridad con su profesionalidad que, sinceramente, yo no esperaba.
Cuando llegamos allí desde la casita rural que alquilamos y vi el río y la corriente que llevaba casi cojo a mis dos hijas de los pelos y las arrastro de nuevo hasta el coche pero mi marido me miró con cara de “no seas exagerada” y tuve que callarme, eran tres contra una así que, salía perdiendo yo y mi familia es muy democrática (menos cuando se trata de castigar que ahí siempre mando yo).
Nos equiparon con los necesario y nos pidieron que nos pudiéramos unos trajes de neopreno t unos chalecos salvavidas nada más llegar y luego nos explicaron lo que debíamos hacer en caso de caer al agua. Llegados a este punto me falto el canto de un duro para darme la vuelta pero seguí aguantando el chaparrón como una campeona. Para colmo, el monitor nos contó que hacía poco que había leído que dos hermanas se habían liado a puñetazos mientras hacían rafting. El hombre lo contó en tono gracioso a modo de broma pero yo lo habría ahogado allí mismo aunque la verdad es que la historia se traía narices porque no creo que el mejor momento para pelarte con nadie sea encima de una balsa mientras bajas a toda velocidad por los rápidos de un río, pero bueno, siempre se pueden ver cosas peores, supongo.
Tras esta pequeña explicación y cuatro normas que nos dieron pasamos a empezar la aventura.
Cuando subí a aquella balsa no sabía si agarrar el remo para seguir las indicaciones del monitor o abrazarme al lateral de la barcaza y cerrar los ojos hasta que acabara la pesadilla pero por no montar un número acabé haciendo caso y cogí el remo. Poco a poco empezamos a movernos y en menos de veinte segundos ya íbamos río abajo a toda velocidad. El monitor gritaba indicaciones y nos animaba con todas su fuerzas, mis hijas, que las tenía delante de mi sentadas, remaban con fuera y mi marido estaba disfrutando como un enano pero yo no sabía ni lo que estaba haciendo, movía el remo a lo loco porque realmente no entendía lo que querían que hiciera y rezaba para que no se me cayera al agua mientras mantenía el equilibrio dentro de la balsa.
Cuando llegamos a tierra firme, después de un buen rato de sufrimiento, he de reconocer que pensé que no había sido tan malo pero eso os lo digo a vosotros, a mis hijas y a mi marido les dije que no repetiría ni loca y que como ellos ya habían tenido lo que querían ahora me tocaba a mí y nos íbamos a pasar el resto del día en la piscina de la casa rural disfrutando de los rayos del sol y del relax de la montaña.
Pero bueno que… al final creo que hasta me gustó.