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El Museo del Prado, una puerta a la cultura que no te puedes perder al visitar Madrid

El Museo del Prado es, sin duda alguna, uno de los centros culturales más importantes de nuestro país, donde se dan cita algunos de los cuadros más importantes de todo el mundo y que, por suerte para nosotros, lo tenemos al alcance de desplazarnos a Madrid.

Si bien es cierto que el edificio en sí ya es una obra de arte, lo cierto es que el interior, como os decimos alberga pinturas de un valor incalculable. Así, el Museo del Prado está considerado como una de las pinacotecas más interesantes del planeta, donde además de cuadros podemos ver otras muchas obras de arte. Además, se trata de un lugar donde muchos colegios llevan a sus alumnos de excursión para que se empapen de la cultura que alojan sus salas y es por ello por lo que no es de extrañar que muchos de ellos, nada más salir de allí quieran explorar su vena artística pintando, creando o haciendo este tipo de esculturas personalizada para después regalar a sus seres queridos. No obstante, más allá de la vena artística de cada uno, lo cierto es que en este museo se albergan creaciones tan únicas como:

  • ‘La Anunciación’ (Fra Angelico). 1425-1426. Témpera sobre tabla, 190,3×191,5 cm. Considerada como una de las primeras obras maestras del artista florentino, fue pintada para el convento de Santo Domingo en Fiésole. Una tela hipnotizante, más aún después su restauración, concluida el año pasado. Se trata de una obra tradicional cuya tabla central muestra el ciclo de la pérdida (Adán y Eva expulsados del Paraíso) y salvación del hombre (Anunciación de María), mientras los cinco paneles de la predela ilustran otros tantos episodios de la vida de la Virgen.
  • ‘El Descendimiento’ (Rogier Van der Weyden). Antes de 1443. Óleo sobre tabla, 204,5 x 261,5 cm. Todavía con la corona de espinas, Cristo muestra un cuerpo poco atlético, sin apenas barba y sin huellas de la flagelación. Es la tabla central de un tríptico pintado para la capilla de Nuestra Señora Extramuros de Lovaina y que recrea una escena de gran complejidad en un espacio contenido.
  • ‘Autorretrato’ (Alberto Durero). 1498. Óleo sobre tabla, 52×41 cm. Uno de los autorretratos más valiosos de la colección de la pinacoteca, que se expone a la par que el de Tiziano. Durero se retrata como un ‘gentiluomo’, vestido con tonos claros y con sus mejores galas. El pintor cubre las manos con las que trabaja con guantes grises de cabritilla, propios de un alto estatus social, con la intención de elevarse de artesano a artista y situar la pintura entre las artes liberales, como en Italia.
  • ‘Tríptico de La Adoración de los Magos’ (El Bosco). Hacia 1494. Grisalla, Óleo sobre tabla de madera de roble. La obra maestra de El Bosco, El jardín de las delicias, deberá permanecer unos meses más a la sombra: su delicado estado y su gran tamaño no hacían viable su movimiento. Pero sí podrá contemplarse esta magnífica obra que aborda el tema de la llegada de la salvación al mundo, un mensaje sobre la universalidad de la Redención.
  • ‘El triunfo de la Muerte’ (Pieter Bruegel, el Viejo). 1562-1563. Óleo sobre tabla, 117×162 cm. Obra moral que muestra el triunfo de la Muerte sobre las cosas mundanas, simbolizado a través de un gran ejército de esqueletos arrasando la Tierra. Al fondo aparece un paisaje yermo donde aún se desarrollan escenas de destrucción. En un primer plano, la Muerte al frente de sus ejércitos sobre un caballo rojizo, destruye el mundo de los vivos, quienes son conducidos a un enorme ataúd, sin esperanza de salvación. Todos los estamentos sociales están incluidos en la composición, sin que el poder o la devoción pueda salvarles.
  • ‘El paso de la laguna Estigia’ (Joachim Patinir). 1520-1524. Óleo sobre tabla, 64×103 cm. Otro lienzo espectacular. Patinir sitúa la escena en el momento en que Caronte ha llegado al lugar en que se abre un canal a cada lado de la Estigia, momento de la decisión final, cuando el alma a la que conduce tiene que optar por uno de los dos caminos: el paraíso o el infierno.
  • ‘La Crucifixión’ (Juan de Flandes). 1509-1519. Óleo sobre tabla, 123×169 cm. El pintor flamenco dispuso a Cristo clavado con tres clavos en la cruz; muerto, con la corona de espinas y la sangre brotando de sus heridas. Incidió en los aspectos emocionales para tratar de crear una imagen lo más conmovedora posible. El cuadro fue realizado para el retablo mayor de la catedral de Palencia.
  • ‘Noli me tangere’ (Correggio). Hacia 1525. Óleo sobre tabla pasada a lienzo, 130×103 cm. Se trata de una de las primeras obras de madurez de Correggio. La composición, de aparente simplicidad, es de un equilibrio extraordinario. A lo largo de una vertical que parte del pie derecho de la Magdalena y termina en la mano izquierda de Cristo, los personajes se recortan ante un bellísimo paisaje tenuemente iluminado por la luz del amanecer.

‘Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II’, otro de los imprescindibles

Esta obra atribuida a Sofonisba Anguissola y que data de 1561-1565 es un óleo sobre lienzo de 206×123 cm. Este retrato muestra a la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, de cuerpo entero. Hasta fecha reciente este retrato se atribuyó a Sánchez Coello. Sin embargo, detalles como la preparación en blanco de plomo han hecho que su autoría se incline hacia la pintora de Cremona, que fue profesora de pintura y de dibujo de la monarca, además de retratista de la familia real.

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