Se dice que en tiempos de crisis, mejor no andarse por las nubes.
Se equivocan. Empleos como el de azafata o el de piloto de aviones suponen una excelente salida contra la precariedad y la escasez de oferta laboral. Sus requisitos son concretos y exigentes, pero la acertada elección de unos cursos de tripulante de cabina de pasajeros (TCP, denominación técnica de las azafatas) o de una escuela de pilotaje como Formatic puede influir de manera decisiva en el éxito de la jugada.
El tripulante de cabina de pasajeros
Los tripulantes de cabina de pasajeros (TCP) heredan las funciones que antes se englobaban bajo el cargo de auxiliares de vuelo. Su principal tarea consiste en atender las necesidades de los pasajeros, así como de velar por su seguridad durante el vuelo, con especial dedicación por supuesto en situaciones de emergencia.
La agenda laboral del tripulantes de cabina de pasajeros se determina a un mes vista, lo que incluye la regulación de sus días de vuelo, los días en los que permanecerá de guardia y los días libres a su disposición. En un día de trabajo normal, la azafata recibirá al detalle las instrucciones por parte del sobrecargo o el jefe de cabina a propósito de cuál será su misión concreta durante el vuelo o de qué parte del avión queda bajo su responsabilidad directa.
Entre sus tareas más comunes se encuentra la revisión del material de emergencia, la comprobación de elementos como el cierre de las puertas, la actividad de las luces, la distribución del equipaje de mano, el control de las rampas, la confirmación de uso de los cinturones de seguridad, la comunicación con los pasajeros a través de la megafonía, realizar demostraciones de los protocolos de emergencia –disposición de las salidas, chalecos salvavidas y máscaras de oxígeno-, asegurar el cumplimiento de las medidas de seguridad básica, la prevención de accidentes e incidencias, el servicio de bebidas y comidas y la atención de posibles consultas formuladas por los clientes.
Las situaciones de emergencia demandan actuaciones especiales en lo que concierne e la evacuación rápida y segura de los viajeros –apertura de salidas, preparación del material de salvamento, extinción de incendios, ejecución de primeros auxilios-…
A tenor de estas características específicas de conocimiento, el tripulante de cabina de pasajeros necesita estar en posesión de una cuidada formación, con una titulación no inferior a los estudios de BUP, FP, ESO o equivalentes. Además, es imprescindible la obtención de un certificado de TCP, sellado por la Dirección General de Aviación Civil. Existen cursos de azafatas de vuelo en Barcelona, Madrid y otras destacadas localidades aeroportuarias del país, autorizados u homologados por la Dirección General de Aviación Civil y con un mínimo de 135 horas, 83 de ellas reservadas para las prácticas. La instrucción elemental consta de materias como los estudios fundamentales de aviación y meteorología, el conocimiento de la importancia del factor humano, rudimentos de medicina aeronáutica, higiene y primeros auxilios, la normativa legal aplicada, la realización de operaciones básicas y de emergencia y la manipulación de mercancías peligrosas.
Dado que se trata de un trabajo acometido de cara al público, los tripulantes de cabina de pasajeros están sometidos también a una serie de requisitos de presencia. Por lo general, la altura mínima establecida es de 1,60 metros para las mujeres y 1,70 para los hombres, una edad comprendida entre los 18 y los 32 años, carecer de tatuajes visibles, no superar las cinco dioptrías de miopía y constar de un certificado médico clase II, dado que la exigencia física del trabajo es elevada: los problemas físicos producto de los cambios de presión y de la dilatada jornada en cabina presurizada son abundantes, y van desde la sequedad de la mucosa y la hinchazón de los tobillos hasta la aparición de varices y el envejecimiento prematuro. Por otra parte, se han de superar una serie de pruebas de natación, simulaciones de rescate y de extinción de incendios… y, evidentemente, poseer habilidades sociales para el adecuado trato con el cliente, tener conocimientos de idiomas –inglés de nivel alto, como mínimo- y disponibilidad geográfica. Una experiencia de vida en el extranjero supone una estimable fuente de puntos a favor a la hora de entregar el currículum, ya que demuestra capacidad para las relaciones personales en distintos idiomas y con distintas culturas.
En el aspecto personal, el tripulante de cabina de pasajeros tiene que estar preparado para las exigencias de su empleo. La capacidad de adaptación a los cambios cobra aquí especial importancia, ya que la programación fijada suele sufrir alteraciones constantes en función de múltiples factores imprevistos. La paciencia para saber conllevar la pérdida de días libres es más que aconsejable. Aparte de esto, la petición de estos días libres rara vez suele coincidir con las preferencias particulares. Las fechas de vacaciones tradicionales –Navidad, Semana Santa, verano,…- son precisamente aquellos que presentan mayor carga de trabajo.
El cariz de las situaciones que los azafatos y azafatas abordan durante su jornada demanda cierto carácter resolutivo, con buena iniciativa, aplomo y creatividad. No hay opción para perder los nervios o quedarse bloqueado ante cualquier tipo de situación de emergencia.
En cuanto a las perspectivas laborales, la acreditación de la Dirección General de Aviación Civil abre las puertas a los tripulantes de cabina de pasajeros de las más conocidas compañías aéreas bien de marca española, bien pertenecientes a la Unión Europea. Cabe destacar la plantilla de alrededor de 5.000 auxiliares de vuelo de la que consta Iberia, líder del sector en España. Otras compañías locales son Air Europa, Air Nostrum, Iberworld, Futura, LTE Vola Airways…
El piloto
Bajo la denominación de piloto de aviones, encontramos unas cuantas modalidades específicas, entre las que tres destacan por razones de popularidad y cotidianeidad:
– Piloto privado: Da acceso al pilotaje o copilotaje a título privado y sin ánimo de lucro. Es por tanto una titulación destinada al pilotaje de recreo, como hobbie particular. Los requisitos mínimos impuestos por las escuelas de vuelo para poder optar al certificado es superar los 17 años de edad y pasar las revisiones médicas para el certificado de salud de clase I o II. Una vez inscritos, el curso dispone de dos partes, teórica y práctica.
La fase teórica instruye al estudiante en cuestiones ineludibles como la reglamentación aérea, fundamentos mecánicos de las aeronaves, las claves de planificación de los vuelos, conocimientos de meteorología, navegación y orientación, etcétera.
La fase práctica, fijada en al menos 45 horas, se divide a su vez en 25 horas de vuelo con instrucción y doble mando, más otras 10 de vuelo solo supervisado. Las prácticas en simulador pueden alcanzar hasta las 5 horas. Una de las pruebas para aprobar el curso consiste en realizar un vuelo de travesía de al menos 170 kilómetros, con dos paradas intermedias en aeródromo.
El coste medio de este tipo de cursos ronda los 7.000 euros.
– Piloto profesional: Lo que entendemos comúnmente como piloto de aviones, es decir, aquel profesional que se gana la vida transportando pasajeros de un lugar a otro en su avión. Habilita a su poseedor para el pilotaje de aviones de pasajeros, aerotaxis, aviones de transporte de carga, aviones de extinción de incendios… La edad mínima exigida es de 18 años, y se debe acompañar de un certificado médico de tipo I.
Existen dos tipos de curso válidos para esta modalidad: los integrados y los modulares. En el primero de los casos, el periodo formativo consta de una sola fase, incluye un mínimo de 150 horas de práctica de vuelo -10 de las cuales pueden atribuirse al conocimiento en tierra de los instrumentos de vuelo-. Por su parte, como indica su nombre, el curso modular se realiza mediante módulos de diversas materias, separados en el tiempo. Suele constar de alrededor de 200 horas de vuelo.
En ambas opciones, se exige que entre 70 y 100 horas de prácticas de vuelo sean bajo la tutela de otro piloto al mando, otras 20 horas de travesía en funciones de piloto de mando, el cumplimiento de una travesía de más de 500 kilómetros con dos paradas en aeródromo, 10 horas de instrucción en instrumentos de vuelo y al menos 5 horas de vuelo nocturno.
El apartado teórico incluirá unas 500 horas de lecciones sobre la legislación aérea, conocimientos de mecánica y aerodinámica de las aeronaves, componentes y principios de la navegación y meteorología.
El coste medio de los cursos es elevado. Por lo general, se cifra en unos 60.000 euros.
– Piloto militar: Requiere pertenecer al Ejército, con todo lo que ello conlleva. Eso sí, la única opción que permite pilotar los cazas ultramodernos y romper la barrera del sonido.
Debido a que los títulos correspondientes a piloto privado y piloto comercial se hallan restringidos al manejo de una serie limitada de aeronaves y a una carga máxima -19 pasajeros en lo que respecta al piloto comercial novato-, las llamadas habilitaciones tipo constituirán el paso necesario para avanzar en la formación y acceder a aparatos de mayor tamaño y velocidad –monomotores de un peso máximo en despegue de 1.500 kilos, bimotores que requieren la licencia multimotor…-
Las principales salidas profesionales del pilotaje comprenden por supuesto el desempeño como piloto de transportes contratado por una compañía aeronáutica, la derivación hacia actividades de enseñanza en escuelas de vuelo, centros de formación técnicos de mantenimiento o centros de mantenimiento de aeronaves; la gestión de departamentos de operaciones aéreas de distintas entidades y empresas –la titulación del ministerio habilita para cargos como responsable de área de operaciones de vuelo y de tierra, responsable de instrucción de tripulaciones y responsable de calidad, entre otras- y el acceso a trabajos de orden público relacionados con el vuelo.