Mis recuerdos de infancia están acompañados casi en todo momento de música, las letras de Bob Dylan y Janis Joplin eran las nanas que mis padres me cantaban para dormir y la inquietante Banda Sonora de Twin Peaks.
Ahora que lo pienso, resulta curioso que, en el país de los Chichos y Camarón, mis padres estuvieran tan al día de lo que se movía al otro lado del océano.
Es cierto que vivíamos en Madrid, pero mis padres habían recreado San Francisco con un montón de objetos, posters y libros de sus viajes por California.
No sé si fue por llevarles la contraria, pero al irme haciendo mayor me convertí en lo opuesto a lo que ellos representaban. De hecho, a mí me interesaban las cosas “serias”, quería estudiar Derecho y tener una vida de lo más “ordenada” y “común” comparada con el estilo bohemio de mis progenitores.
Al poco de acabar la carrera, ya estaba trabajando como abogada de una firma, en un puesto estable y bien pagado. Tenía claro que no me interesaba vivir de alquiler como habían hecho mis padres, rascando siempre el fondo del bolsillo a fin de mes. Nada de eso, quería comprar un piso en propiedad, y a poder ser formar una familia antes de llegar a los 30.
Mis padres solían bromear de lo distinta que había salido a todos, a mí me gustaba esa variedad, mi madre siempre me decía que, al final, siempre se vuelve al origen, le daba la razón por no discutir, pero siempre pensé que tenía las cosas más que claras y controladas.
Lo más sorprendente es que, al final, así fue. Terminé enamorándome de un músico, un guitarrista con mucho talento que me recordó lo difícil que es a veces, tenerlo todo bajo control.
Al tiempo de conocerle, decidimos dar un cambio drástico y mudarnos a San Francisco, así, sin más. Una locura que me pareció una idea magnífica, una mezcla de casualidad y destino que no podía dejar pasar.
Así que me di cuenta de lo inútil que resulta a veces apegarnos a ciertas cosas materiales, no quería vender mi piso todavía, así que pregunté por un buen servicio inmobiliario que me gestionara el proceso de alquiler.
Como abogada, solo tuve que preguntar a un par de amigos especialistas en el sector inmobiliario y me hablaron de Fresno Inmobiliaria, una Agencia Inmobiliaria con mucha experiencia en la compra, venta o alquiler de viviendas.
Me gustaba que tuvieran una filosofía de trabajo integral, de modo que te acompañan en todo el proceso de alquiler, además de tener una Asesoría Jurídica, Legal, Administrativa y Fiscal, aspecto muy importante para que terminara de decidirme por sus servicios.
No me costó alquilarlo, así que al poco tiempo de haber resulto el tema de mi alquiler, nos pusimos rumbo a la ciudad recreada por mis padres en mi tierna infancia.
Lugares de interés en San Francisco
Cuando pisé la ciudad por primera vez sentí una familiaridad inusual, como si todas aquellas canciones me hubieran preparado para vivir allí.
Mis padres me habían hablado tantas veces de San Francisco, me hablaron de un simpático fraile español que la fundó allá por el 1776 y, que de ser un pequeño pueblo había crecido de forma desenfrenada a raíz de La Fiebre del Oro.
De lo que más me hablaban siempre, era de los escritores de la Generación Beat, de los hippies del Verano del Amor y el Flower Power de mediados de los 60.
Tenía claro que nuestra primera parada sería en North Beach, la cuna de la contracultura beatnik, que en la actualidad se ha convertido en un barrio bohemio y tranquilo. Jack Kerouac tiene en este barrio hasta su propia avenida.
Otro de los destinos obligados y, quizás uno de los más cinematográficos, era Alcatraz, cuya silueta podía verse desde distintos puntos de esta ciudad recorrida por cuestas y colinas.
Siempre que podíamos cogíamos el tranvía para tener una panorámica más amplia de esta ciudad llena de diversidad cultural e historia.
No tardamos en ver ante nosotros el majestuoso Golden Gate Bridge, una puerta entre el Océano Pacífico y San Francisco, además de ser la estructura en suspensión más larga del mundo desde que se construyó en 1937 hasta 1964.
No llevábamos ni una semana, y la ciudad ya nos había conquistado. Fue cuando visitamos Napa Valley una de las mejores zonas vinícolas del mundo cuando sentí que San Francisco se iba a convertir en mi hogar por un tiempo.
Al bordo del Wine Train, un tren construido en 1952, y totalmente restaurado, recorrimos los viñedos de la pintoresca localidad de Santa Elena y tomamos la decisión conjunta de dejarnos sorprender por la ciudad sin cerrar nuestra fecha de vuelta, al menos por el momento.